domingo, 21 de noviembre de 2010

El naufrago

La cabeza le iba a estalla, tenía mucho frió y la boca llena de arena. Cuando volvió en si no había un solo rincón que no le doliera, se encontraba aturdido y mareado, las olas le golpeaban con su impávido compás. Se levanto como pudo, no sabía donde estaba ni lo que había pasado. Lo ultimo que recordaba era que estaba en una fiesta en un barco de un amigo, que se lo estaba pasando demasiado bien, que llevaba un par de copas de más. No sabía como había llegado hasta allí, y mucho menos donde estaba, solo sabía que le dolía la cabeza, que tenía frió y que estaba totalmente mojado.

Se levanto como pudo, estaba en una playa, no se veía a nadie, estaba solo, miro al mar y no vio nada más que agua hasta el horizonte, chillo y chillo, el viento no le respondió. Estaba solo en un lugar desconocido y de repente empezó a tener miedo, el corazón le empezó a latir con tanta fuerza que le retumbaban los oídos. Empezó a ser consciente que estaba perdido, solo y sin nada a lo que aferrarse para pedir ayuda, se sentía confuso y empezó a marearse, como pudo se sentó,  empezó a llorar, tenía miedo, estaba totalmente aterrado sin saber que hacer o hacia donde ir, metió la cabeza entre las rodillas y lloro y lloro perdiendo la noción del tiempo hasta quedarse dormido.

Al despertarse se encontraba algo más sereno, el sentimiento de supervivencia acababa de despertarle. La noche sería fría, estaba mojado, necesitaba algo para calentarse y un lugar donde dormir. Fue a buscar leña y algunas maderas para intentar construirse un vivac. Seguía teniendo miedo, cada ruido le asustaba, veía fantasmas en cada sombra, en cada rincón. Como pudo recogió un poco de leña seca, transporto un tronco grande que había encontrado y con unas hojas de palmera se hizo un refugio donde poder pasar esa noche. Ahora venía lo difícil, hacer fuego, durante horas lo intento sin conseguirlo,  la noche ya había llegado y él seguía con la ropa mojada y sin nada para calentarse, aquella noche iba a ser larga.

La mañana trajo un cálido sol, que después de la gélida noche era la primera alegría que sentía, sus rayos por un momento le hicieron sentir bien. El resto del día intento buscar algo de comer, tenía hambre, encontró algunas frutas que parecían comestibles. Mejoro el vivac por si llovía no se mojara e intento volver ha hacer fuego sin conseguirlo, la noche volvió larga y fría.

Paso los días sobreviviendo, aprendió donde encontrar fruta, a hacer trampas para roedores, que se comía crudos, seguía sin saber hacer fuego. Un día explorando se encontró con algo que le estremeció. Había unas huellas en la arena que iban a lo largo de la playa. Su primer pensamiento fue seguirlas, pero se paro, ¿donde le llevarían esas huellas?, ahora tenía un lugar seco donde dormir y comida para alimentarse, y si no llevaban a ninguna parte. Una gran ola choco contra la playa devorando las huellas, dejando lisa la playa, aliviado pensó que no podía hacer nada, que había sido lo mejor. Dio media vuelta y volvió al vivac.

Los días siguierón pasando, pero ya nada fue igual, no se pudo sacar de la cabeza la idea de donde llevarian esas huellas, y si pudiera volver a casa siguiendolas, quien las habría dejado. Varias veces volvio al mismo lugar pero solo había la lisa playa que había dejado aquel día. Tenía frio seguía sin poder hacer fuego. Día tras día siguio pensando, pero siempre se decía lo mismo, era mejor asi, aqui tenía un refugio y comida.

Un día de repente le salto una idea, lo había estado haciendo siempre mal, así nunca iba a conseguir fuego, corriendo fue al vivac y lo volvió a intentar, de repente una pequeña chispa salto provocando una pequeña llama que el rápidamente avivo. Se paso el resto del día sentado al lado del cálido fuego  mirando el crepitar de las llamas. Se sentía vivo, por unos momentos no tenía miedo, sabía como hacer fuego. Coloco junto al fuego su ultima caza, esta noche comería algo caliento y cocinado, se sintió feliz.

Al levantarse, recogió las cosas que podía llevar, improviso una mochila con unas parras y fue al lugar donde había visto las pisadas aquel día. Allí estaban, sin vacilar piso sobre la primera huella haciendo que sus pasos recorrieran el camino.


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