sábado, 21 de enero de 2012

A un metro

Toda distancia es relativa, estar a un metro del abismo puede ser mucho o sentir que estas a punto de caer. Allí estaba a un metro de su abismo, a un metro de esas densa columna de humo que se elevaba solido. Y claro un metro es mucho o poco, saltar o quedarse impasible, a esa distancia surgen muchas preguntas. Un hombrecito que paso por allí se definió como viejo y sabio, le dijo que era gilipollas, que ni era tan alto como creía ni tan rápido como pensaba, que aun tenía mucho que crecer, mucho que aprender. Las piernas temblaban, las mariposas revoloteaban incansables, cuanto tiempo sin notar esa sensación. Un metro es relativo, para el que se encuentra al borde suponen la vida, para el que se ve arrastrado es casi el final. Pero el estaba quieto, no había aire, no se movían las ramas de los arboles, ni se elevaban las hojas, todo era quietud y silencio, sobre todo silencio, ni siquiera oía el latir de su corazón, el respirar de sus pulmones, había cesado el ruido de su cabeza, y allí estaba a un metro del abismo, ¿sera suficiente o sera demasiado poco?. A pesar que todo parecía igual nada era lo mismo, se miro las manos, había callos nuevos, había visto el abismo antes y le había mirado a los ojos, le había hablado y le había intentado seducir, en aquel borde se forjo la espada, el escudo y el casco. Todo era silencio, no había ramas cruigiendo, sonidos de animales ni el bosque susurraba. Los pies le palpitaban, quería moverse, tenían miedo de estar quietos y que raíces del suelo salieran para capturarlos, para atraparlos por siempre allí.

Con la mañana nació una flor, con un leve susurro despertó de su capullo, con sus suaves colores, con su aroma fresco. Para entender cada arista de una flor, cada angulo, cada tono de color, cada aspereza y suavidad de su textura, para entenderlo es necesario conocer el camino que recorrió la semilla, cada ramificación de su raíz, cada anillo del tronco, al final todo tiene un porque aunque no se entiendan, todo tiene un origen, muchas veces oculto bajo capas y capas de tiempo.

Un metro, solo eso, pero parecía una inmensidad, parecía un campo de fútbol de oliver y bengi, la caza del horizonte, como contar las estrellas de la noche o perseguir una estrella fugaz a lo largo de la galaxia. Y sin embargo tan cerca, a solo un metro, apenas 10 decímetros, algunos centímetro y llegaba al borde, el canto de las sirenas comenzó, solo querían desorientarlo, que su barco varada en las rocas y se hiciera trizas. Las raíces amenaban a sus pies, por solo un metro. Selva todo lo demás.