lunes, 9 de mayo de 2011

El olvido es un eufemismo

Benedeti dice en su poema "Ese gran simulacro":


Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir/arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda

en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede/ aunque quiera/ olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinaran por el olvido
como si fuese el camino de santiago

el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite/
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrará los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.

El olvido es una patraña que nos hemos inventado con la intención de convencernos que podemos sacar de nuestra vida las cosas que no queremos recordar. Pero un olor, una canción o una imagen traen a nuestro presente los retazos de pasado que intentamos ocultar dentro del olvido. El olvido no puede eliminar el pasado, no puede borrar al niño que fuimos en el patio del colegio, ni a la chica que nos partió por primera vez el corazón y mucho menos la ultima, no puede borrar todos aquellos momentos en los que nos encontramos perdidos bajo la desesperación, ni las marcas que aquello nos impregno en la piel. Hay días que todos aquellos fantasmas salen de su cárcel de olvido y nos atacan por la espalda dejando que el niño que nos habita tome el control, haciéndonos sentir todas las derrotas que no quisimos recordar, turbando nuestra visión y haciéndonos mirar a través de unas gruesas gafas de recuerdos. Como un coche derrapando nos cuesta volver a retomar el control intentando no chocar, ni dañar la carrocería. Y al final conseguimos volver a la carretera con el menor numero de daños, porque con el tiempo vamos aprendiendo a derrapar y chocar.

La ventaja de la falsedad del olvido, es que igual que los fantasmas, te asaltan los días de rosas, de mañanas escarchadas, de cálido sol en la espalda y fresca hierba bajo tus pies, las noches sin fin, las habitaciones sin salida ni ventana, esos finales sudorosos y los momentos eternos.






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