viernes, 17 de septiembre de 2010

La realidad como huida

Se bajó del escenario, la obra había terminado ya, se dirigió a su camerino, tenía ganas de quitarse el disfraz y el maquillaje, hoy estaba especialmente cansado, muy cansado. Se dejo caer en la silla mirándose al espejo, y abrió un bote de coca-cola, quizás un whisky habría sido más propio pero no le gustaba beber entre semana y tampoco le gustaba hacerlo solo.


Siempre había querido ser actor, desde pequeño el cine le había atraído con pasión, le encantaban los héroes de las películas, con su comportamiento estoico y valeroso, manteniéndose fieles a sus principios en los finales más trágicos sin soltar una lagrima, aceptando las penurias del destino con una entereza y resignación admirable. Le encandilaban las doncellas enamoradas del héroe, las valerosas que luchaban a su lado y las frágiles que tenían que ser rescatadas de las garras del villano malvado y feo. El cine siempre había sido su refugio, su evasión, daba igual lo malo que hubiera sido el día, una buena película, un sofá y una botella de coca-cola lo arreglaban todo, ponía paz donde había guerra. Se sentía cómodo dentro de un guión, con un argumento acotado y unas reglas de vida definidas, el malo era malísimo, el bueno buenísimo, los amigos eran para toda la vida, y si decías la verdad y siempre hacías lo correcto te llevabas a la chica. 


Salio a la calle, hacia frió, se subió las solapas de la chaqueta para intentar protegerse la cara. Miro a su alrededor y no reconocía el mundo que veía, no se parecía en nada al mundo de sus guiones. Esa noche estaba cansado, se le estaba haciendo largo el camino a casa, pero ya estaba decidido, dejaba el teatro, huía al mundo real dejando atrás su mundo de ficción. Los conflictos ya eran demasiado frecuentes, la divergencia entre los dos mundos demasiado patente. Estaba cansado de mirar a su alrededor, medir la vida por la regla de un guión y que nunca le salieran las cuentas. Ver que el mundo se medía usando otras unidades y aprovechaba mucho más los espacios, la vida.


Se había cansado de si mismo, del personaje que todos interpretamos. Colgó las mascaras de la comedia y la tragedia, dejo sobre la mesa el guión de la obra y huyo a la vida.






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